lunes, 5 de noviembre de 2012

Lectura 2

COLECCIÓN: GALATEA
Director de la Colección Manuel Pérez Rocha
Universidad Autónoma de la Ciudad de México Primera edición, 2005.

PIGMALIÓN EN LA ESCUELA
Míriam Sánchez Hernández

Cuando conocemos a una persona construimos una idea general acerca de ella. Esta idea normalmente está basada en nuestras experiencias con personas de apariencia similar y en nuestros juicios o valores. Las impresiones que tenemos de los otros, o los estereotipos que elaboramos, cumplen una función económica en tanto los usamos como pautas o guías iniciales para relacionarnos con la gente. Si tales relaciones poseen continuidad, tenemos la oportunidad de verificar lo certero o erróneo de nuestra primera opinión y, en todo caso, podemos confirmar nuestras ideas o corregirlas. Si esos imaginarios tienen consecuencias en otras personas, es momento de detenerse a reflexionar sobre ello. Así, ante los grupos de estudiantes, por ejemplo, los profesores tienden a hacerse una idea de ellos, lo que es natural y está bien. Sin embargo, según algunos estudios, las ideas o juicios que un profesor se forma de sus estudiantes, influyen —al parecer— de manera favorable o desfavorable en su éxito académico. Esto se debe, en parte, a que los estudiantes tienen gran habilidad para identificar dichas expectativas y suelen actuar conforme  con las mismas y, de manera diferenciada, según la lectura que hacen de lo que esperan de ellos todos y cada uno de sus profesores. Son interesantes al respecto los resultados de las evaluaciones internacionales concernientes al desempeño de los estudiantes; se ha encontrado que existe correlato entre el éxito académico y la motivación de los estudiantes respecto de los contenidos pedagógicos, así como entre la confianza en sí mismos y la que tienen los profesores y las instituciones en cuanto a su capacidad de aprendizaje. A propósito de estas cuestiones, se ofrecen dos artículos que revisan diversas investigaciones cuyo objetivo es  valorar los efectos de las expectativas que los profesores tienen de sus estudiantes, y que se ha asociado con el mito griego de Pigmalión.

Pigmalión, artista de Chipre, esculpió la figura de una mujer con tal cuidado, dedicación, belleza y perfección que se enamoró de ella. Su amor y gran expectativa hacia la escultura, de nombre Galatea, hacen que Afrodita, la diosa del amor, cumpla el deseo del escultor dotándola de vida. Por analogía, se llama efecto pigmalión al cumplimiento de las expectativas que las personas, y en este caso los profesores, guardan hacia sus estudiantes y que provisoriamente se ven cumplidas.

BUENO O MALO, LO QUE LOS MAESTROS ESPERAN DE LOS ESTUDIANTES GENERALMENTE LO OBTIENEN

La mayoría de los maestros sabe poco del efecto pigmalión, o de la idea de que las expectativas acerca de una persona, con el tiempo, pueden llevarla a comportarse y a tener logros de tal manera que esas expectativas se confirmen (Brehm y Kassin, 1996).

Cuántos de ustedes creen que son razonablemente buenos para juzgar el carácter? Con años de experiencia  en la enseñanza, ¿son capaces de emitir, con mayor certeza, juicios correctos acerca de los estudiantes? De vez en cuando se equivocan, pero la mayoría de las veces aciertan. ¿No es verdad? Muchos maestros creen que pueden emitir, de manera anticipada, juicios correctos sobre el desempeño y comportamiento futuros de ciertos estudiantes, en ocasiones con sólo echarles una mirada el primer día de clases.

Intente el siguiente ejercicio: Anote los primeros pensamientos descriptivos que le vengan a la mente cuando piense en los siguientes tipos de personas:
Por lo general, qué descripciones utilizaría para caracterizara:
1. Un adolescente cuya familia tiene nexos fuertes con el PRI (o PAN O PRD)
2. Una muchacha con considerable sobrepeso;
3. Un estudiante de primaria, hijo único de una familia rica;
4. Un estudiante de educación media cuyos hermanos mayores estuvieron en su clase muchos años atrás y los dos eran alborotadores;
5. Un muchacho indígena, hijo de un respetado profesor de matemáticas de la universidad;
6. Un adolescente flaco, frágil y con muy poca coordinación para su edad.

A pesar de sus mejores esfuerzos para no hacer pronósticos del desempeño académico y/o comportamiento futuro de estos estudiantes, ¿se ha descubierto usted generando expectativas, aunque sea fugazmente? Si su respuesta es positiva, entonces la profecía autocumplida está en acción. La base de la profecía autocumplida es que una vez que un estudiante ha sido etiquetado como: “alborotador”, “perezoso” o “que tiende al egocentrismo”, aumenta las posibilidades de que nuestro trato a ese estudiante, en efecto, ayudará a que nuestras profecías o expectativas negativas se hagan realidad. Aquí la profecía trabajaría en detrimento del estudiante. Por otro lado, podemos etiquetar a un estudiante como “cooperativo”, “estudioso”, o “parece que tiene iniciativa”, por lo tanto, esto incrementa las posibilidades de que la interacción con él o ella transmita estas expectativas y contribuya aquel el estudiante viva conforme con nuestra profecía original y positiva. En este caso la profecía funcionaría en beneficio del estudiante. Los maestros, la mayoría de las veces, ¡obtienen lo que esperan de los estudiantes! Por ejemplo, si usted fuera un maestro y tuviera a un estudiante que saliera significativamente mejor en un examen de lo que usted hubiera previsto, ¿buscaría primero otras razones de lo que sucedió, antes de admitir que había apreciado mal sus capacidades? ¿Estaría tentado a revisar el examen, creyendo que usted se equivocó? ¿Trataría de recordar quién estaba sentado al lado del estudiante cuando se aplicó el examen, y luego revisaría el examen de él o ella buscando cualquier obvia similitud en las respuestas, es decir, que el estudiante en cuestión debió haber copiado?

“La función primordial de una profecía no es predecir el futuro, sino hacerlo” (1963), entonces cada vez que los maestros evalúan a un estudiante están, en efecto, influyendo en su conducta y aprovechamiento futuros. Ésta es una carga muy pesada para los educadores, pero puede aligerarse si ellos entienden mejor la profecía autocumplida y luego, diligentemente, tratan de controlarla.

El siguiente modelo de cinco pasos explica cómo funciona la profecía autocumplida:

1. El maestro se crea expectativas de los estudiantes.
2. Con base en estas expectativas, el maestro actúa de forma diferenciada con sus estudiantes.
3. El trato del maestro le dice a cada estudiante (fuerte y claro) qué conducta y qué aprovechamiento espera de él.
4. Si el trato es consistente, condicionará la conducta y el aprovechamiento del estudiante.
5. Con el tiempo, el comportamiento y el rendimiento del estudiante se ajustarán más y más a lo que se espera de él o ella.

La profecía autocumplida funciona en dos sentidos. No sólo los maestros se crean expectativas de los estudiantes; de la misma manera, los estudiantes se crean expectativas respecto de los profesores, utilizando las mismas características descritas arriba. Por lo general, expectativas diferentes llevan a tratos diferentes. ¿Cómo transmite alguien sus expectativas a otro?  Aquí algunos ejemplos:

ENTORNO: ambiente socioemocional o espíritu creado por la persona que tiene las expectativas; muchas veces se comunica de forma no verbal (por ejemplo, sonriendo y asintiendo con la cabeza más a menudo, teniendo más contacto visual, inclinándose hacia los estudiantes).

REALIMENTACIÓN: proporciona información afectiva (por ejemplo, más elogios y menos críticas a los estudiantes de los que se tienen altas expectativas) e información cognitiva (más detallada, así como realimentación de mejor calidad y rectificación de las respuestas de quienes se tienen mayores expectativas).

INSUMO: los maestros suelen enseñar más a los estudiantes de los que espera más.

PRODUCTO: los maestros animan más a participar a los estudiantes de los que tienen mayores expectativas, por medio de su conducta verbal y no verbal (les facilitan más oportunidades para aclaraciones).

Estos cuatro factores, cada uno crítico para transmitir las expectativas del maestro, pueden controlarse mejor sólo si, y en primer lugar, los maestros se hacen conscientes de que dichos factores están operando. Aunque un maestro no sienta realmente que un estudiante en particular sea capaz de obtener grandes logros o de mejorar significativamente su conducta, por lo menos puede actuar como si mantuviera expectativas elevadas del estudiante.

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